jueves, 29 de mayo de 2008

Unos crean, otros copian

Con el título “Micropoder: La fuerza del ciudadano en la era digital”, Javier Cremades publicó este interesante libro en Mayo de 2007, en el que aborda numerosos temas relacionados con la revolución de Internet. El cambio del papel del internauta (ahora más participativo que nunca), la posibilidad de compartir conocimientos y documentos en la red, la propiedad intelectual o los derechos de autor son parte del contenido que encontramos en su obra.
De entre todo, lo que nos interesa abordar ahora es el conflicto entre los usuarios o consumidores y los autores. Cremades describe Internet como una plataforma neutral, abierta a todos y sin restricciones, en la que colaboran millones de personas de todo el mundo aportando sus conocimientos. Sin embargo, era de esperar que se oyeran las voces de los propios autores, quienes piden una mayor protección de sus creaciones y obras, pues sabemos que hoy en día, cualquier canción, vídeo o película está disponible de forma gratuita, aunque ilegal en la red. En este punto, la pregunta es clara: ¿deben ponerse límites al acceso del usuario a la información?

El espectacular desarrollo de la Sociedad de la Información en los últimos años se ha producido precisamente gracias a que todos los usuarios de Internet aportan a la red lo que tienen, convirtiéndola en una gigante “biblioteca” donde se almacena todo tipo de información. Sin embargo, es comprensible el rechazo y el miedo de los autores a que sus obras se difundan por la red, con sistemas como el P2P, y más aún cuando no tiene ningún coste para el usuario y se realiza de forma ilícita, como ocurre con programas tan conocidos como Emule o Kazaa. Con este reclamo de “control cibernético”, queda claro que Internet se ha contagiado también del capitalismo, y de que cada uno reclama lo que le pertenece, y si lo que le pertenece es dinero, con más razón aún. Por todo esto, la idea de “espacios libres de las restricciones causadas por el funcionamiento habitual del mercado”, conocido con el término commons, se ve difícil, y no parece que vaya a cuajar de momento.

Como Cremades recoge en su libro, fenómenos como la piratería suponen un daño económico a las ventas originales, sin embargo también es cierto que el hecho de que las obras de los autores estén en la red puede ser una forma adicional de explotación de sus creaciones. Ante este debate entre la libertad de acceso a la información y los derechos de autor, ¿qué podemos hacer? La magnitud de Internet hace imposible el rastreo y la identificación de sus usuarios, por lo que la solución a este problema parece lejana.

En un intento desesperado de los autores por salvaguardar sus creaciones, surge el sistema Digital Right Management, que son “sistemas digitales de gestión de derechos en el ámbito intrínseco de los contenidos”, es decir, una forma de controlar la reproducción masiva y el copiado mediante medidas que impiden más de dos visualizaciones, o que no permiten siquiera hacer copia de seguridad.

Por último, Cremades habla de otro punto caliente y objeto de discusión: el famoso canon digital. Por si fuera poco el enfado de los usuarios de la red que ven como su libre acceso a informaciones de todo tipo intenta ser restringido se aprueba además el canon digital, que trata de compensar las pérdidas económicas que fenómenos como la piratería ocasionan a los artistas, mediante el cobro de un porcentaje extra en discos vírgenes y otros soportes para el copiado. Es decir, una especie de cobro extra “por si acaso” se nos ocurre o tenemos la más mínima intención de copiar cualquier obra. Entonces, ¿pagan justos por pecadores? Parece que esa ha sido la solución que se le ha ocurrido a la legislación, y mientras no se tenga otra idea brillante y que supere a esta, seguirá siendo así durante mucho tiempo.

En definitiva, en este momento se encuentran en el “ring” los usuarios y los derechos de autor acompañados de la propiedad intelectual. Hagan sus apuestas.


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